domingo, 21 de abril de 2013

Historias del Arte: De rondas con Rembrandt

El arte es como la vida misma: está lleno de equívocos. El arte, como la vida, se nutre de cosas que no son lo que parecen o al menos no son como te han contado o te llegan envueltas con los barnices que el tiempo y la historia ha depositado. Viniendo de un obligado  recado nocturno y topándome con una algarabía chisposa de feriantes, no sé por qué extraña razón me vino la imagen y me acordé  de la curiosa historia que esconde La ronda de noche, uno de los cuadros - junto con La lección de Anatomía-  más conocidos de Rembrandt, el gran artista holandés. Y camino de casa, haciendo mi  peculiar y modesta ronda nocturna, deambulando casi,  fui madurando lo que ahora, a continuación,  escribo.

 La lección de Anatomía del Doctor Tulp (1632) Mauritshuis, La Haya

La vida de Rembrandt fue un tanto excesiva y extrema: conoció la riqueza y el lujo pero también la ruina y la catástrofe. A los 26 años, cuando se afanaba por crearse un nombre en el gremio artístico de Amsterdam,  pintó la Lección de Anatomía que le consagró como artista del momento  a los treinta y cinco cuando los florines y el oro entraba  a raudales por su taller, termino la Ronda de Noche y  cuando a su alrededor todo era miseria y desventura, dio vida a otra de sus obras más célebres: Los Síndicos.


En su época de esplendor  y mayor celebridad Rembrandt llegó a llevar una vida casi principesca acompañado de Saskia, cuya abultada dote junto a las ventas de sus obras,  le permitió  iniciar su pasión o más bien obsesión,  por coleccionar arte. De esta época feliz y de bonanzas económicas es el autorretrato con  Saskia reproducido más arriba.  Aparte de un buen número de lienzos de los mejores pintores flamencos, alemanes o venecianos se hacía acompañar de muebles, armas, vasos, joyas, orfebrerías, cerámicas , instrumentos musicales  y toda suerte de objetos raros traídos de distintas partes del mundo, que debían compensar en parte  su falta de arrojo para viajar y conocer mundo más allá de Amsterdam.

Autorretrato con Saskia, 1635


Con Saskia tuvo cuatro hijo de los que solo les sobrevivió uno, los demás sucumbieron a pestes y enfermedades. Saskia murió en 1642, en el mismo año en que el pintor entregaba  la obra en cuestión, La Ronda de  Noche. Puede decirse que,  a partir de ahí, se desencadenaría una larga serie de infortunios  que lo llevarían a la más absoluta ruina. Pero no voy a seguir con los pormenores biográficos de Rembrandt, que para ruinas ya tenemos bastantes en  estos tiempos que corren,  vamos a dejarlo ahí y detenernos en  La ronda de noche, que era el objetivo y objeto de este post.

La ronda de noche (1640-42) Rijksmuseum de Ámsterdam | vía Wikipedia

La Ronda de Noche fue  una obra de encargo municipal  y Rembrandt quso hacer un cuadro soberbio de  grandes dimensiones (más de cuatro metros de ancho, para que se hagan una idea) pero a pesar de ello,  no gustó precisamente a sus compradores, pues la escena en su conjunto no  respondía a lo que ellos pretendieron o confiaban en que el artista iba a pintar. Por lo menos así se lo hicieron saber al pintor. Para Rembrandt se presentaban tiempos difíciles: cesaron los encargos y  tuvo que dejar de comprar arte y piezas de colección. Es más, tuvo que recurrir a los prestamistas y cuando llegó la bancarrota total, recaudadores y usureros se llevaron de la casa del pintor -para una subasta pública-   casi todo lo que tenía valor, que era bastante, tal era el adeudo que había llegado a alcanzar. Entre estas pertenencias, nada más y nada menos que  más de 60 lienzos originales del artista y una cantidad inmensa de grabados, especialidad en la que Rembrandt fue un prolífico y consumado maestro, del que bebieron artistas tan buenos grabadores como  Goya o Picasso, éste último tiene varias series de grabados y pinturas inspiradas en Rembrandt.

El lienzo La  Ronda de  noche estuvo cerca de dos siglos y medio abandonado en una habitación de la Casa Municipal ya que los compradores originales se deshicieron de la obra muy pronto, que durante todo ese tiempo  estuvo sometida a los humos de la turba de la estufa que oscurecieron sus barnices y colores, hasta el punto que quienes la redescubrieron pensaron que se refería a una escena nocturna y de ahí el nombre con el que se la ha conocido desde entonces. De hecho, hasta el siglo XIX no se la conoció como La Ronda de Noche, sino como La Milicia del capitán Frans Cocq.

Y he aquí lo curioso de la historia: que el cuadro no representa ni una ronda ni  se desarrolla de noche sino que en realidad representa la salida a un concurso de tiro, evidentemente, en pleno día, donde se ve a la Guardia Cívica en dirección a Doolen, lugar del certamen. Indagando algo más en los libros de arte, logro poner nombres a los personajes del cuadro. En primer término  se ve al capitán de la guardia Franz Baning Cocq, vestido de negro, hablando con su lugarteniente, el señor de Vlaerdinger, de jubón claro. Detrás van los guardias y el portaestandarte, los arcabuceros que van a competir y tambores para amenizar el evento. En el centro izquierda de la composición, una joven vestida de dorado porta  un gallo blanco, que será el premio al vencedor de tiro. Como dato curioso, comentar que los integrantes de la Compañía  pagaron una media de cien florines al pintor por el privilegio de mostrar sus cabezas entre las tropas integrantes de la Milicia que  tenía el encargo de proteger el bienestar y la libertad de los ciudadanos holandeses, por lo que era muy apreciada.

Hasta 1825 , cuando se procedió  a la limpieza del  cuadro, no se pudo ver la obra en toda su belleza. De día o de noche, el leif motiv de Rembrandt  fue siempre el claroscuro, esa tensión entre las luces y las sombras  que difumina   formas y detalles,  asestando  un golpe mortal  a la tradición preciosista y detallista del  arte flamenco holandés heredero de los Van Eyck y Vermeer.

Autorretrato (1659)

Rembrandt  murió en 1669  a los sesenta y tres años persiguiendo y atrapando la luz en sus cuadros y grabados. Un año antes también había fallecido su último hijo, Tito. A la muerte del pintor se hizo el inventario de su bienes y no se encontró más que sus ropas y sus útiles de trabajo. Genio y figura.

Lo que da de sí irse de rondas...con Rembrandt.